domingo, 1 de junio de 2014
LA SOCIAL- DEMOCRACIA Y SU HIJA, LA RESIGNACIÓN
Hoy, el enemigo para
las fuerzas de izquierda, no es la derecha, no es la socialdemocracia, es la
resignación. Es un monstruo que te va comiendo el coco y el corazón
calladamente y poco a poco.
Todos pensaban,
igual que nosotros, que estábamos muertos, que ya nadie nos creía, que todo el
mundo estaba convencido de que el capitalismo es una mierda, pero que tenemos
que vivir en él porque es lo que hay, porque el mundo es así, porque no hay
alternativa, salvo administrarlo lo más humanamente posible. Pero se
equivocaron.
Veo que el candidato será un socio liberal, afiliado a las tesis de la internacional
socialista de Papandreu, Zapatero, Hollande, Blair, Straus Kahn y compañía,
que ve con buenos ojos las alianzas con USA (TLC, escándalo Bush, tropas en
Haití, etc), y por lo tanto alejado de los procesos revolucionarios
latinoamericanos. Veo que con Argentina la cosa se va a crispar quién sabe
hasta dónde y Cristina no anda con chiquitas…
y como Argentina y Brasil están operando en bloque… deduzcan ustedes. Lo
que yo veo es que nos vamos a aislar de la región, y justo cuando la región
camina en la dirección que nosotros, los de izquierda, quisiéramos caminar.
Al ver cómo está
el país tras dos gobiernos del FA, al ver que los ricos son cada vez más ricos,
y que los pobres, tienen más plata, pero no son menos “pobres”, sabiendo que la inmensas mayoría de la gente si bien
tiene trabajo, gana menos de 14 mil pesos, que apenas puede pagar un alquiler y
comer decentemente es cada día más difícil… Al ver que poco ha cambiado es
estos años estructuralmente, y que la riqueza, fruto del crecimiento del país,
sigue sin redistribuirse como debería, uno siente una desilusión totalmente
justificada.
Me dijo mi
almacenera: “Mi generación dio demasiado para que el resultado sea este. Ya
está, que no nos pidan más nada.” A
quién podría entonces llamarle la atención que los comités estén vacíos.
El FA nace como idea de la
izquierda para llegar al gobierno junto a sus aliados socialdemócratas y el
resultado es que los socialdemócratas han llegado al gobierno con sus aliados
de izquierda. Parecido no es lo mismo.
Alguno se dirá:
Bueno, tampoco tanta diferencia, son todos de izquierda… Yo le contestaría: Sí,
gran diferencia. Un gobierno de izquierda (así son el todo el mundo) apunta a cambiar las bases del
sistema, más tajante o más gradualmente según el caso. El objetivo último de la izquierda es superar el capitalismo,
inventar, proponer y plasmar un modelo alternativo. El objetivo socialdemócrata apunta a perpetuar el capitalismo, pero de tal forma que no sea
un capitalismo salvaje, sino uno con “rostro
humano”. Ellos apuntan a redistribuir las ganancias que sean fruto
(exclusivamente) del crecimiento. Es decir que “en la medida en que se llene el
vaso, lo que desborde, se vierte sobre el pueblo”. Ya Mujica le dijo a Neber
hace muchos años, que eso era mentira, porque cuanta más agua había, más crecía
el vaso, y nunca se volcaba. Pero en función de esa idea, la socialdemocracia
no quiere molestar a los ricos que son quienes impulsan el crecimiento. Entonces
sí hay una gran diferencia: unos son capitalistas y los otros,
anticapitalistas. Pero ¿qué es el
capitalismo? Es un sistema de producción y distribución de la riqueza. La socialdemocracia
no quiere cambiarlo, la izquierda sí.
Si bien la socialdemocracia nace en Inglaterra y en algún otro país europeo, como sistema "modelar" aparece con fuerza, como
un truco del capitalismo para impedir el avance de las revoluciones rojas, sobre todo en los países nórdicos, tan
cercanos a la URSS. El capitalismo se ve obligado a aflojar un poco la
tensión de la cuerda para evitar que se rompa. Dan a los obreros, y a los
sumergidos en general una cierta cantidad de beneficios sociales para relajar
la tensión social, y funcionó. Hubo un grado de redistribución de la riqueza
mayor que en el capitalismo clásico y era un sistema en que se podía vivir más
o menos bien, en la medida en que hubiera no mucha gente y crecimiento estable.
Pero también en la medida en que el capital se movía como se movía en aquellas
épocas, es decir, previo a la mundialización neoliberal y especulativa actual.
Pero, muerto el perro se acabó la rabia. Es decir que tras
la caída del muro y de las revoluciones del este europeo, desapareció el
peligro de revolución, entonces, los capitalistas se dicen: ¿a santo de qué
seguirles dando esas ventajas si de todas formas ya no hay nada que puedan
hacer? Es decir, que las razones por las
cuales prospera la socialdemocracia ya no existen. Es por eso que la
socialdemocracia tal como la conocíamos hasta laos 90s ya no existe. Es por eso que los socialdemócratas en el
mundo se pueden identificar más con un nuevo término que se aplica: socio-liberales. Hoy el mundo está
gobernado por neoliberales o socio-liberales que se van turnando.
El único faro en
el mundo que alumbra un camino diferente alumbra desde América del Sur:
Ecuador, Bolivia, y Venezuela son sus puntos luminosos (Argentina y Brasil,
depende el día).Pero Uruguay, parece estar más cerca de esa realidad mundial
que de sus hermanos americanos luminosos.
Las diferencias
entre un gobierno socio-liberal y uno neoliberal, son grandes, pero no
insalvables. De hecho, basta un vistazo para darse cuenta en Europa: la
diferencia entre Zapatero y Rajoy existe, pero ni tanto, entre Sakozy y
Hollande, lo mismo. Hay que ver cómo
todas las socialdemocracias se terminan aliando en todos lados con las derechas
contra las izquierdas, quizás porque hoy en día es más que los separa de ellos
que lo que los une. Pero a nivel histórico, no estaría de más recordar que en
Alemania, cuando Hitler llega al poder, gobernaba la socialdemocracia, y
estaría bueno recordar las circunstancias en que pasó.
Cuando estás del lado de los oprimidos, podés cometer errores pero no te
equivocas de bando en la humanidad. La pregunta central sería: ¿De qué lado
están los socioliberales?
En fin, bajando a
tierra, estaría bueno dejar de mentirnos repitiéndonos como si fuera un mantra
o un padrenuestro que el FA es uno sólo. No lo es, ni nunca lo fue. La diferencia es que antes era un proyecto de
izquierda con sus aliados socialdemócratas y eso se invirtió. Los que estamos
en el FA desde hace décadas los sabemos perfectamente.
En todos los países donde gobernó la socialdemocracia con la izquierda
como aliada, ésta termina prácticamente desapareciendo. ¿Por qué iba a ser
diferente en Uruguay?
En todos los países donde gobierna la socialdemocracia con la izquierda
como aliada, el resultado es una enorme resignación, desmovilización, y en los
países en donde el voto no es obligatorio, una creciente abstención. ¿Por qué
iba a ser diferente en Uruguay?
Yo no creo que la
gente que fue de izquierda haya dejado de serlo, lo que creo es que muchos que
votaban a la derecha ahora votan a la socialdemocracia. La izquierda ahogada en
esa expresión política, con esa correlación de fuerzas, pierde todo poder, pero
aún peor, pierde toda identidad posible. Quizás la enorme resignación de la
gente de izquierda, venga de ese hecho: pelearon para ganar el gobierno, lo
lograron, pero no gobiernan, y aparentemente no hay vuelta, no hay nada que
hacer.
Esta resignación
viene también de algo mucho más profundo: de la victoria del paradigma posmoderno, individualista a ultranza,
con su “hacé la tuya”, que decreta el triunfo y por siempre del capitalismo,
como algo “natural”, con su “fin de la historia” y “fin de las ideologías”, con
su sobre apreciación de lo “nuevo”, lo “joven”, con sus buenas maneras, y sobre
todo, con su “consenso”. Como no hay más
ideologías, discutir, pelear, es al cuete, hay que portarse tranquilito, no
discrepar mucho y tratar de entenderse sabiamente. El problemita es que en el consenso no hay debate, y sin debate,
no hay creación de conciencia; la desideologización de la gente es uno de
los efectos buscados por el paradigma
posmoderno, el imperio del pensamiento único. Conflictualizar para crear conciencia es lo que la izquierda
uruguaya no ha sabido hacer, en pos de una “unidad”, de un “consenso”, que
terminó beneficiando a los socioliberalaes amparados en los enormes brazos del
paradigma posmoderno.
Pero lo que desde
acá no parece verse es que este estado de cosas está empezando a
cambiar en el mundo y todo este paradigma empieza a mostrar grandes
fisuras. La resignación tiene todo que ver con falta de alternativa visible,
con la falta de proyecto alternativo, y con la soledad.
Yo también pensé
que nuestros sueños estaban muertos, que los de izquierda habíamos perdido la guerra,
hasta el año pasado. Entonces me di cuenta que lo único que perdimos fue una
batalla. Tras años de posmodernismo, yo pensaba que la única forma de reavivar
nuestros hermosos sueños era crear una
nueva síntesis y cambiar nuestros símbolos.
Desde lo simbólico
yo decía que al final, los símbolos no eran nuestra propuesta, eran solamente
símbolos de ellas, eran “abstracciones
que remiten a una realidad que no está presente”. Creía que había que
cambiarlos porque estaban imbuidos de connotaciones negativas y remitían al
pasado, no al futuro. Pensaba que esta idea ya estaba instalada en el
inconsciente colectivo y que era mucho más difícil barrer eso que instalar
nuevos símbolos de cero.
Pero claro, antes
que nada tenés que tener algo nuevo que
simbolizar. Y lo nuevo apareció. Yo la vi en Francia, un nuevo modelo alternativo al capitalismo que supera las
contradicciones del modelo anterior y que aparece perfectamente adaptado al
mundo de hoy. Pero lo que no vi fueron los nuevos símbolos.
Al contrario, vi emerger nuestras banderas, las de
siempre, primero de a cientos, luego de a miles y más tarde, de a centenas
de miles, como una marea roja filtrándose desde la tierra a través de los
adoquines de París… Las vi en manos de veteranos, como si fueran veteranos y
veteranas de guerra, que de golpe, tuvieran 30 años menos. Esa generación
equivalente a la de los viejos de acá, esos que aguantan los comités abiertos,
como si fuera la defensa de la última trinchera. (Todavía no sabemos cuánto
tendremos que agradecerles por esa entrega).
Pero no los vi
solos, los vi flanqueados ¡por estudiantes! Jóvenes, radiantes, con una
esperanza en la mirada que hacía muchísimos años que no veía. Me pregunto en Ecuador,
Venezuela, Bolivia, las miradas de los jóvenes, ¿cómo serán? No lo viví, quizás
sean iguales, o hasta más brillantes. La verdad es que nos parecemos más a los
franceses que a los andinos o caribeños, en todo, menos en las circunstancias
históricas de nuestra geografía; en eso somos bien latinoamericano, como
todos.
Pero no estaban
solos los veteranos y los jóvenes; obreros, precarios, desocupados, de a miles,
pintados de rojo, con sus puños alzados, formaban legión. Pero no estaban solamente
todos ellos: vi la bandera roja, levantada fieramente contra el viento, bajo la
planchada gris del cielo bajo, en manos tanto más delicadas que las del obrero,
en manos de tantos intelectuales, científicos, artistas, ingenieros, pequeños
empresarios (y ni tan pequeños), abogados…
Los símbolos nunca fueron el problema, el problema era lo simbolizado. Quiero
decir que hasta ayer simbolizaban, para el progresismo, un cúmulo de buenos
valores, prestigio histórico ganado en la guerra allá (la résistence) y
en la dictadura acá, pero aferrados al pasado, arcaicos, trasnochados. Para los otros, simbolizaban el
estalinismo.
Hoy esos mismos
símbolos, vuelven a significar lo mismo que antes, lo mismo que al principio:
un cambio de sistema, la superación del capitalismo, posible, responsable y
mañana.
Esos símbolos son un lazo con la historia, una sensación de continuidad
que es lo que justamente, desestimula el posmodernismo, con su aquí y ahora, con su sobrevaloración de lo nuevo y
su menosprecio del pasado, con su “fin de la historia” y con su “fin de las
ideologías”. Es una tontería quizás, una decisión tomada sin estas
valoraciones, quizás algo que se dio en la práctica, naturalmente, tal vez no
se dieron cuenta de lo que estaban haciendo, pero los símbolos son más fuertes
de lo que se cree… Ver Francia nadando en rojo, exigiendo no una ley acá o una
allá, sino una reforma constitucional, y haciéndolo el día en que se recuerda
la Comuna de París (vaya si será simbólico)… muy fuerte. Algo cambió.
Escuchar la
internacional temblando en las voces de 200 mil personas retomando La Bastilla.
Los jóvenes que no se la saben, tratando de seguir a los veteranos que de a
poco se la van acordando y se van animando a sacarla, entre lágrimas que se
mezclan con la llovizna fina. Pero no sólo la vieja internacional, la original
(que me enteré que era en francés), sino una nueva versión, un hip hop
maravilloso, con algo de reggae, que conserva la letra, parte de la melodía y
que suena como los dioses, que es mañana.
Ese renacer de los
símbolos como no se había visto desde hace 30 o 40 años, significa algo. Es quizás justamente el comienzo del fin
del paradigma posmoderno. Podían haber usado símbolos nuevos, pero eso entonces
se hubiera inscrito en la lógica de la novedad posmoderna, por lo que no
saldrían de los marcos del paradigma. Es quizás por eso, que este resurgir
de propuestas alternativas al capitalismo, es tan atacado, con una virulencia
inusitada, principalmente desde filas de la socialdemocracia y de su prensa. Le
han dado tanto palo que se han olvidado (convenientemente) de pegarle a la
ultraderecha que crece y crece puesto que es útil para los liberales (sean
socio o neo). Es en ese marco que habría que recordar la historia y el papel
que jugó la socialdemocracia en los procesos que terminaron en los fascismos
europeos.
Lo que hoy les
asusta es que por fin apareció una nueva síntesis, hoy existe una alternativa,
un modelo construido con planos marxistas, pero en un terreno diferente, por lo
que hay que cambiar algunas cosas para que se mantenga sólidamente en pie. Se
elaboró un programa perfectamente realizable, apoyado por economistas,
catedráticos. Nuestras ideas ya no son una utopía sino una realidad aplicable
mañana de mañana si fuera necesario.
En todos lados a
la larga, los marxistas y sus aliados históricos socialdemócratas se separarán
en la medida en que éstos se vuelvan cada vez más liberales y que la izquierda
sea capaz de elaborar propuestas alternativas creíbles. Menos puntos en común
vamos a ir encontrando desde donde poder establecer una unidad. Pero en la
medida en que la izquierda no tenga esa propuesta, no será peligrosa y no será
importante electoralmente, por lo tanto estar aliados o no, no será la clave
del éxito de las propuestas de la izquierda. Mientras eso sea así, los socioliberales pueden hacer lo que
quieran porque creen que ya no necesitan demasiado a la izquierda. Ellos se
transformaron en “La Izquierda” y los otros se transforman en “extremistas”, “poco
razonables” y “antediluvianos”.

Sólo hacía falta tiempo, había que recomponerse tras la caída del
muro. Había que sentarse a pensar, con “El capital” al lado, qué fue lo que
pasó, qué falló, en qué planeta estamos viviendo hoy, contrastar toda la teoría
con los datos de la realidad actual, y a partir de ahí, buscando el mismo
objetivo final: la abolición de la explotación del hombre por el hombre,
replantearse todo, con valentía ideológica, científica, moral. Eso lleva
tiempo, nada más.
Pues ese tiempo se acabó. Una nueva síntesis ha aparecido, y se está
esparciendo como reguero de pólvora. De hecho, en los primeros días de junio se
realizará una importante reunión en Ecuador en donde las izquierdas del mundo
están empezando a armar un Foro
Mundial de la Revolución Ciudadana. No sé si alguien de Uruguay irá, no
sé siquiera si están al tanto. La sensación que tengo es que la izquierda uruguaya está aislada de lo que
sucede en el resto del mundo, como en una burbuja de gris resignación.
Veo a la izquierda
empantanada en un FA aburguesado,
“profesionalizado”, burocratizado, con un movimiento casi extinguido y una
coalición partidaria vive en una encuestocracia en lugar de una democracia. Lo
veo transformado en un partido tradicional más con las mismas características
que les criticábamos (y teníamos razón). La verdad es que hay políticos en el
FA que si no te lo dicen, no sabés si son de derecha o de izquierda.

Veo que el
candidato del FA se pasará por el forro
el programa en todo aquello que no se corresponda con su línea, como por otra parte, ya lo hizo.
Veo que el
candidato será un octogenario,
conservador, ya que aparentemente el FA tiene enormes problemas para
permitir emerger nuevas caras (no es que no las haya, obviamente).
Veo que al
candidato lo han elegido los poderosos:
los medios de comunicación masiva, las empresas encuestadoras, cuyas compulsas,
si se estudian bien, no dicen exactamente aquello que los “analistas” les hacen
decir.
Veo que nuestro
gobierno puede ser bárbaro comparado con los de derecha, pero que es una
burbuja porque no está basado en cambios estructurales, sino en medidas que
coyunturalmente funcionan bien porque el contexto es favorable, pero que donde
ese contexto cambie un poco, no veo que se haya modificado nada sustancialmente.
Claro, para ello, sería imprescindible una
constituyente, como en el resto de Sudamérica, es decir, como lo hace toda
verdadera izquierda que llega al gobierno.
Me pregunto si al “abrazarnos a la culebra” no nos habremos envenenado. Veo un
panorama medio sombrío. La resignación
es hija de esta situación, y es el peor y más complejo de los enemigos a
vencer.
No tendría por qué ser así! Hay alternativas!
Yo arranco por
declarar que si va a gobernar el
socioliberalismo, ya no va a ser con mi apoyo.
Obviamente voy a anular a la derecha en la segunda
vuelta. Esto implicará llevar a este FA al gobierno nuevamente (aunque no
sea más mi FA), pero en mí va a encontrar una oposición crítica. Oposición de
izquierda marxista naturalmente.
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