martes, 1 de julio de 2014
LOS TABARETISTAS, LOS OTROS Y LOS POLÍTICOS PROFESIONALES
Más allá de la propia persona del Dr. Vázquez,
podemos ver un fenómeno que llamo “tabaretismo” (no digo “Vazquismo” porque los
tabaretistas le llaman “Tabaré”, no “Vázquez” y porque los vascos no tienen
nada que ver y el término podría confundir). Puedo lograr distinguir tres tipos
de tabaretismo: el emocional, el ideológico y el temeroso.
De estos tres tipos de tabaretismo, se
desprenden tres tipos de argumentos diferentes para defender su candidatura.
Los fanáticos esgrimen argumentos que se basan fundamentalmente en una supuesta
“excelencia” que ven en la persona del Dr. Vázquez. Los argumentos de los
tabaretistas ideológicos están relacionados con el “éxito” de nuestros
sucesivos gobiernos, poniendo el énfasis en el primero de ellos. Por su parte,
los argumentos de los tabaretistas temerosos, hacen referencia a que no existe ningún
otro líder que pueda llevar al FA al gobierno, poniendo en relevancia las
encuestas de opinión.
En cuanto a la primera crítica me permito
preguntar: ¿Quién atenta realmente contra la unidad? ¿Cómo se construye esa
unidad? ¿Qué características tiene? Nada atenta más contra la unidad que las
imposiciones, de hecho o de derecho. La unidad en el FA no es, ni puede ser sinónimo
de callar y obedecer. Hace muchos años que venimos viendo en silencio como nuestra
fuerza política se va transformando en un partido tradicional “electorero”, (como
solíamos acusar a los blanqui-colorados), sin decir nada por preservar la
unidad. Hace mucho venimos viendo como
el programa no es aplicado ni a un 20%, calladitos, para no complicar a los
compañeros que están en cargos de gobierno. Ahora es imprescindible alzar la
voz: una llamada de alerta a tiempo, puede evitar la división de mañana. Atentar
contra la unidad es imponer un candidato común, que tiene bien poco de común,
obligando a miles de frentistas a no poder votar a su propio partido, ¿Puede
haber algo menos unitario que eso? Lo dudo.
Visto desde allí, el FA aparece como una
fuerza política avejentada, con las mismas caras visibles desde hace décadas,
sin permitir la renovación generacional que naturalmente ya debía de haberse
operado. Ambas características (la burocratización y la vejez) la vuelven
conservadora, con todo lo que ello implica.
Habría que tener presente también que la coartada
del programa, tras dos períodos de gobierno, se muestra insuficiente. El FA
puede decidir el programa que sus mayorías voten, pero el mismo será puesto en
práctica por un equipo de gobierno bajo el mando presidencial. Así hemos
escuchado las más variopintas excusas que intentan explicar el incumpliendo del
mismo, y una vez más, calladitos, las hemos tolerado sin hacer muchas
preguntas. No es suficiente tener un buen programa si no se tiene un presidente
profundamente comprometido con el mismo, y con el valor suficiente como para
llevarlo a cabo. Es lógico, si yo soy presidente voy a intentar dejar siempre
para más adelante aquellas políticas que sean menos adaptadas a mi propia forma
de ver las cosas. Y a las pruebas me remito; si no aprendemos de la
experiencia...
El emocional representa una adhesión a la
persona de Tabaré, pareciéndose mucho al caudillismo en el tradicional sentido
del término. Los tabaretistas emocionales se parecen cada vez más a los
fanáticos. Como todo fanatismo, nubla la razón, obstruye la argumentación y
termina casi siempre en violencia.
El tabaretismo ideológico se desprende de la
adhesión a los presupuestos socialdemócratas que defiende Vázquez. ¿Vázquez suscribe
a las pautas de la internacional socialista? Si lo saben, cuéntenme en sus
comentarios. Pero en todo caso, a nadie escapa que sus modelos son más los
Zapateros y Papandreus que los Chávez o Correas.
El tabaretista temeroso, quiere a toda costa
su candidatura porque cree que es la única forma de ganar las elecciones. En
ese sentido, representa el miedo a la vuelta de los blancos y colorados.

En algunos casos, se ejerce sobre los que
opinamos diferente, una violencia verbal inusitada. Se nos trata de “traidores”,
de “ultras” o lisa y llanamente de “derechistas infiltrados”. Huelgan los
comentarios, sobretodo sabiendo que entre nosotros, hay gente que se jugó la
vida por el FA. En esos casos, es evidente la voluntad de anular cualquier posibilidad
de análisis crítico.
De momento, en las redes sociales, no aparecen
voces argumentadas para defender su candidatura, salvo aquellas que se apoyan
en supuestas encuestas de opinión. Yo no creo que el resultado de dichas
encuestas sea un argumento válido para elegir un candidato, si así fuera
sugiero proponer a Diego Forlán como candidato, ganamos seguro! Sin embargo,
muchos son los sólidos argumentos que circulan para que el compañero no se
presente.
A quienes alzamos la voz para oponernos se nos
acusa de actuar en contra de la “unidad”, y se nos dice que, de no estar de acuerdo,
deberíamos expresarnos estrictamente en la interna del FA.

Profundizando ligeramente, a la larga, parece
dibujarse en el horizonte un panorama en donde el Frente Liber Seregni, y el
resto del FA operen con objetivos y metodologías bien diferentes, pero aún no
estamos allí. Aún se puede salvar la unidad, si encontramos la forma de que
ninguno se vea obligado a abandonar sus principios y si llegamos a establecer
una clara correlación de fuerzas interna. Claro que el ceder es un elemento central en la
operativa de una coalición, pero hasta dónde. No puede ser que siempre sean los
mismos que cedan y en cosas realmente claves, eso no conforta en lo más mínimo
la unidad.
La segunda crítica, relacionada con tratar
estos temas en la interna, me permite preguntar ¿Qué interna? El FA nos muestra
una interna tremendamente burocratizada en donde la coalición ha tomado el
control sobre el movimiento al que ha prácticamente fagocitado, con comités de
base moribundos, carentes de peso político real a los que aún se les quiere
retirar el poco poder que les queda, para darlos por finalmente extintos. Más allá de las causas, así es la realidad.
La política del FA se establece en la calle Colonia y no en los comités. Y
cuando las decisiones políticas recaen en “políticos profesionales”, hay otros
factores que entran en juego más allá de los postulados ideológicos que
conduzcan sus acciones.
Sin acusar a nadie ni en general ni en
particular (nada más lejos), lo cierto es que es tremendamente humano y
comprensible el hecho de que una persona, una vez que está inserta en los
diferentes ámbitos de poder, no quiera correr el riesgo de tener que abandonar
esa posición. El ser humano es así, y toda organización política debería contar
con mecanismos aceitados de control popular y renovación sistemática para
evitar, en la medida de lo posible, que esos modos se perpetúen.

El tabaretismo miedoso es el que imagino más
corriente entre nuestros políticos profesionales, porque me niego a creer que tantos
se hayan vuelto socialdemócratas.
Es indispensable el apoyo de algunos partidos
políticos a la hora de pensar en una alternativa a la candidatura de Tabaré,
pero tomando en cuenta los puntos que acabo de mencionar, no será nada fácil.
Es allí donde los argumentos de orden ideológico deben ponerse sobre la mesa,
además de ciertas valoraciones estratégicas.
El problema reside en la falta de visibilidad de
las definiciones ideológicas de los propios partidos que integran el FA, al
menos los de su ala izquierda. Habría que volver a preguntarles: ¿Cuáles son
sus objetivos últimos? ¿A qué modelo de sociedad aspiran? ¿Cuál es la
estrategia que consideran correcta para obtenerlos? ¿Qué papel juega el FA en
el marco de esa estrategia? ¿Qué características debe tener el FA para que sea
eficiente en pos de lograr los objetivos? Yo me pregunto cuántos de los
partidos que integran el FA son capaces de responder a esas preguntas hoy en
día.
Más allá del cariño, confianza o camaradería
que pueda tenerse por Tabaré habría que poner claramente sobre la mesa el
pensamiento que lo anima, y sin perder eso de vista, saber si puede hacerse
cargo de un gobierno del FA que sea útil en la construcción de la sociedad a la
que esos partidos aspiran.

Desde un punto de vista más pragmático, quizás
podríamos señalarles a nuestros políticos profesionales, representantes de
partidos de izquierda del FA, que si el candidato es Tabaré, la izquierda (la
izquierda “posta”), no tendrá expresión política electoral, es decir, no tendrá
a quién votar. Esto debido a que por un lado el FA presentará un socialdemócrata
declarado y con experiencia, Asamblea popular presentará a su “ultra” favorito
(con el mayor de los respetos por esa orientación), y la derecha nos traerá a
sus floripondios conocidos.
No hay que ser demasiado brillante para
sospechar que los partidos que defiendan la candidatura de Vázquez, quedarán
totalmente desprestigiados frente a la masa de izquierda. Es probable que se
les perciba como defensores de un nuevo "pensamiento único", un poco menos
liberales, moralmente decentes, pero incapaces de presentar alternativas
tendientes a forjar una sociedad más justa, con una real redistribución de la
riqueza, con políticas ecológicas serias, conscientes del momento delicado que
vive el planeta y el país, que cuestionen las bases de la producción, de la
propiedad, del interés general y del consumo. En definitiva, no veo cómo pueden
seguir siendo percibidos como partidos de izquierda en la medida en que sean
incapaces de proponer reales alternativas.
Pero incluso, desde un punto de vista más pragmático,
habría que señalarles a nuestros partidos de izquierda el peligro que implica
una victoria de Vázquez, sabiendo que los votos vendrán más del centro que de
la izquierda, (y cuando digo “sabiendo” me refiero tanto al presidente como a
los propios partidos de izquierda y a la sociedad en general) ¿Qué tipo de
gobierno podríamos esperar entonces?
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