martes, 27 de enero de 2015
¿UNA NUEVA FORMA DE HACER POLÍTICA?
Este escrito nace el invierno
pasado. Fruto de experiencias vividas en la militancia y de sus límites me puse
a investigar. Entre esa investigación y mis propias ideas al respecto, les dejo
este material que espero sea de vuestro interés, esperando que puedan
comentarlo, criticarlo, profundizarlo, es apenas una punta para empezar a
conversar.
CRISIS DE PARTICIPACIÓN
Es evidente que estamos ante una crisis de representación política
y de las dinámicas de despolitización/repolitización. Es necesario un replanteo
cabal sobre el tema para
reconstruir lazos entre el ciudadano y la política, en base a una ciudadanía
activa que busca incidir, modular y controlar sus espacios de
participación-representación, porque en la implicación del ciudadano reside la clave
para activar cualquier agenda de cambios.
Necesitamos una perspectiva histórica para comprender cómo
la izquierda se “derechiza” al generar activamente cortocircuitos en la
participación, pero esa perspectiva, siendo fundamental, es para otro escrito. Lo cierto es que el campo progresista ha estado sometido a la desmovilización por
parte de sus propias organizaciones partidarias y sindicales, que han intentado
controlarlo férreamente desde perspectivas vanguardistas, muchas veces
maniqueas. Confluyen para ello, estrategias
de burocratización y profesionalización de la militancia, además de la lucha
por cargos, bloqueando los procesos de toma de decisiones colectivas, y
situándose de espaldas de su propio electorado.
Las
organizaciones políticas no parecen ser conscientes de a quién han de rendir
cuentas, es decir, cuál es su verdadera comunidad de referencia. En la lógica
electoral, los simpatizantes marcan los límites de expansión del partido, pero
en la vida política rutinaria, dependen de sus cuadros y militantes. Estos
últimos son la clave de su construcción y su vida cotidiana.
Existe en la
izquierda una cultura de militantes "hiperactivos", tanto en partidos
como en colectivos y movimientos sociales. En su compromiso cotidiano, con grandes
costos personales, realizan enormes sacrificios, al menos cuando se les compara
con todo un magma de ciudadanos en general desmovilizados y sólo
excepcionalmente participantes más allá del voto.
Los
militantes trabajan actualmente en contextos de desmovilización, en un
escenario dominado por la concertación entre partidos y administración, en
donde "las cosas pasan" a espaldas de los colectivos, y buena parte
de las energías del grupo se van en luchas intestinas que oscurecen el trabajo
de sus militantes y su imagen pública.
Cabe
preguntarse qué es lo que los ciudadanos con un mínimo de conciencia, pueden
legítimamente reclamar a los cuadros y militantes de los partidos. Frente a la
sociedad, éstos aparecen a menudo como incapaces de anteponer los fines
colectivos de la comunidad a los propios de su organización, percibida como
privatizada, cerrada sobre sí misma, con un relato que se aleja de la realidad.
En suma, lo que el contexto parece pedir a los militantes es una actitud que
permita a los que les observan desde fuera, comprobar que anteponen el todo a
la parte. Esta percepción estimula la participación, es clave para la
implicación ciudadana que no quiere o puede transformarse en "militantes
profesionales". Pero no alcanza.
Hay que encontrar un modelo de organización que sea un
espacio de regeneración cívica y democrática, que pueda repolitizar a la
sociedad civil. En esto, las redes están
llamadas a jugar un rol clave, tanto como la imprenta en el renacimiento. No
sólo sirven como soporte participativo para debates, como herramienta de movilización
y de organización, sino que la red es ante todo una mentalidad diferente, es una
forma de trabajar basada en la inteligencia colectiva. Es un sistema
organizativo basado en competencias en vez de en jerarquías, todos los miembros
pueden tener autoridad para tomar decisiones y llevar a cabo acciones. Implica
una revolución organizativa, pasando de un modelo piramidal a otro nodal, en
forma de "malla" de nodos interconectados, que interactúan para
lograr objetivos, como sucede con el cerebro humano, como sucede con internet.
Sin embargo, solo con un funcionamiento en red tampoco alcanza.
La discusión sobre cómo encontrar
un modelo de funcionamiento democrático dentro de las organizaciones, que permita el máximo de participación, se mantiene
vivo desde hace al menos cuatro décadas, tras el debilitamiento de los
viejos paradigmas que ya no responden a las sociedades donde
deben actuar. Estos paradigmas, altamente operativos y funcionales durante el siglo pasado son básicamente dos: el de un partido como
organización de "revolucionarios
profesionales", de vanguardia, orientado instrumentalmente a la toma del
poder; y el otro, vinculado casi exclusivamente a la "gestión"
correctiva del capitalismo. Ante
la crisis de ambos modelos, aparece la necesidad de democratizar la acción
política, y todo el proceso que estamos viviendo tiene la virtud de habernos obligado a prestar
atención a las estructuras organizativas si queremos cambiar algo.
ASAMBLEARISMO
Algunos han planteado resolver el problema atacando la existencia de cualquier órgano de representación. El espacio para contrarrestar o neutralizar la
representatividad radicaría en la asamblea plenaria. Se trata del asamblearismo o
democracia directa, que
se opondría al autoritarismo de la democracia representativa, a la vez que
permitiría garantizar un considerable aumento de la capacidad crítica de las
personas, y esto a su vez, redundaría en un mayor convencimiento en el momento
de comprometerse en la acción. Efectivamente, el aspecto más positivo del funcionamiento
asambleario es su carácter pedagógico: si la información fluye por el conjunto
de la organización y circula horizontalmente, entonces la asamblea proporciona
la posibilidad de discutir con fundamentos, participar críticamente en la toma
de decisiones, comprender cabalmente la complejidad de las problemáticas
tratadas, etc. El resultado más preciado del proceso asambleario es que
refuerza el convencimiento de los implicados sobre la acción que desarrollan, y
consolida la democracia como referente político ideal.
Ahora bien, el asamblearismo como método de toma de
decisiones también tiene sus límites, el más evidente es que no puede haber
democracia directa cuando el colectivo es demasiado grande como para que puedan
participar todos. Un grupo de muchos miles de personas, por ejemplo, no puede
formar una asamblea donde se tenga en cuenta el parecer de cada una.
El asamblearismo no agota las relaciones
democráticas ni constituye el
paradigma de la democracia participativa, sino que es una parte de la misma. Además, el proceso asambleario no se libra de
contener en ocasiones, dinámicas paradójicamente antidemocráticas: ¿Cómo decidir qué hacer sin que alguien en particular, o un
grupo reducido, tome decisiones de manera más o menos unilateral mediante
manipulaciones sobre el colectivo? Este tema está estrechamente vinculado a
otro que la izquierda no ha sabido tratar desdramatizadamente: el del
liderazgo.
LIDERAZGOS OPACOS
Hay personalidades que por algún motivo destacan, sea por
los conocimientos que tienen, por una alta capacidad organizativa y de trabajo,
o porque presentan una alta sociabilidad. Pero también hay individuos que
destilan con naturalidad una cualidad complementaria, aunque bastante más
intangible que las precedentes: el carisma. Los individuos carismáticos pueden
reunir todas o algunas de las cualidades mencionadas que facilitan la acción,
son gente influyente en la dinámica del grupo.
¿Quién no ha
conocido a alguien que sabe cómo organizar una discusión, facilitar consensos y
acuerdos, que transmite confianza, que expone su presencia en la primera línea
de acción, que presenta soluciones imaginativas, que inspira respeto? Ese es un
liderazgo positivo. Pero para que estos liderazgos no conspiren contra la
democracia, para que no se vuelvan personalismos, es ineludible el control del
colectivo sobre las personalidades influyentes, basada fundamentalmente en la circulación
transparente de la información y la rendición de cuentas sistemática sobre lo
actuado. "Hay que elegir como líder al más apto y honesto y vigilarlo como
al más ladrón".
Sin embargo, si asumimos la existencia de líderes, entonces
no todos somos iguales.
Esta "desigualdad" se vive muy mal en el seno de
la izquierda. Este rechazo al liderazgo conduce a una paradoja que facilita el
surgimiento de situaciones antidemocráticas que bloquean el proceso asambleario:
el liderazgo "opaco".
Cuando se niega de forma “oficial” que haya personas más
influyentes que otras, lo que generalmente se consigue es sustraer del control
colectivo a aquellos individuos que, visiblemente, determinan la dinámica de la
acción colectiva. En lugar de generar más democracia interna, cuando esto
sucede resulta fácil establecer relaciones de dominación que minan el carácter
democrático de la asamblea; porque la dominación, que en semejantes situaciones
se da aunque se niegue, se vuelve opaca en su forma exterior, mientras que en
el fondo puede llegar a ser asfixiante.
La supuesta ausencia de liderazgo permite que las riendas
de la dinámica grupal acaben en manos de alguien "difuso" sobre quien
resulta difícil incidir. Estos líderes opacos, con la excusa de que todos somos
iguales, pueden controlar información y no difundirla, pueden jugar instrumentalmente
con las personas que componen el colectivo con el propósito de conquistar sus
propios objetivos (incluidos los simples objetivos de reconocimiento).
La negación en el ámbito discursivo de la existencia de liderazgos, puede llevar, contra lo que en principio se
pretende, a la utilización de una posición de poder no reglamentada
por el grupo, y que no necesariamente tiene que ser bondadosa por el hecho de
surgir de un marco asambleario. Un liderazgo de hecho, basado en cafés y cenas
con individuos seleccionados, mantenido gracias al control de la información
que no se hace circular, hace que el proceso asambleario dependa exclusivamente
de la buena fe de las personalidades influyentes.
Es necesario tener en cuenta que los liderazgos opacos que
generan relaciones de dominación, son difíciles de resolver porque sustentan el
ejercicio de su poder en una malla de relaciones personales, que puede llegar a
incluir el ámbito de la intimidad. Aun más, si la función opaca del líder
deviene hegemónica, la dinámica del grupo puede empeorar y caer en un modelo de
funcionamiento parecido al de una secta. Esto se vuelve perceptible cuando el
colectivo, siguiendo los pasos de alguien, abandona la actitud crítica y autocrítica,
delega la propia capacidad de pensar en la de otra persona, adopta una actitud vigilante
en relación con los demás sobre su actitud respecto de las personas
influyentes, o "traduce" líneas de pensamiento complicadas en simples
consignas o ideas esquemáticas y dogmatizadas.
Otro problema es que cuando la retórica anti autoritaria
demoniza la existencia del liderazgo, aquella persona que podría encarnar un
liderazgo legitimado, es decir, la persona dinamizadora, proactiva, que quiere
y puede asumir responsabilidades, aquellas personas con cualidades de liderazgo
legítimo, deciden auto contenerse por temor a parecer con afán de protagonismo.
Así se bloquean aportaciones que podrían ser altamente positivas para el
funcionamiento del grupo. Si la capacidad de iniciativa llega a estar
demonizada, el grupo toma una orientación que puede bloquear el proceso de toma
de decisiones y la acción misma. En tales situaciones se acostumbra a
generalizar un ideal igualitarista ingenuo que no discrimina entre las
diferentes habilidades de los miembros del grupo.
Entonces, es inevitable la existencia de liderazgos
naturales, casi podríamos extenderlo a todos los mamíferos gregarios, no ya
sólo al ser humano. El "opacar" su existencia en aras de un
"igualitarismo" muy loable, pero improbable, conduce a esta paradoja
que se puede solucionar con la elección democrática del más apto, sumado a
aceitados mecanismos de control sobre su accionar.
MILITANTISMO
Por otra parte, el asamblearismo soluciona
bastante mal las desiguales condiciones de los potenciales participantes de la
asamblea. Para que la participación pueda calificarse de democrática hay
que tener en cuenta las desiguales disponibilidades de los miembros del grupo
dadas las diversas condiciones de vida que tienen las personas. Principalmente,
hay que facilitar la participación de aquéllas que disponen de menos tiempo para implicarse. Generalmente,
situaciones como la jornada de trabajo o las obligaciones familiares
imposibilitan una implicación más estrecha de algunos individuos con relación a
otros. Si la asamblea es el único órgano de decisión, suele generarse la
situación de que quien más horas esté dispuesto a estar sentado en una reunión,
más capacidad de incidencia tendrá.
Se genera así la paradoja según la cual, en
los procesos de toma de decisión, participan de forma sistemática
fundamentalmente los individuos relativamente libres de otros
compromisos, mientras que se desmerecen aportaciones de personas con escasas posibilidades
horarias, por mejores que sus aportes puedan ser.
Con esto no pretende rechazarse la necesidad de
organización asamblearia, al contrario, pretende diagnosticar claramente los
problemas que trae para ser capaces de enfrentarlos. El mito de la "espontaneidad"
en el momento de actuar resulta extremadamente ineficaz. El espontaneísmo es la
anti-política, es la idea ingenua según la cual la organización y cualquier
órgano de representación destruyen la capacidad creativa de los movilizados. Esto
es falso, la evidencia histórica muestra que todos los movimientos sociales y
políticos exitosos, siempre estuvieron eficazmente organizados, no salieron "de
la calle" a partir de ciudadanos anónimos como por generación espontánea. Es
evidente la necesidad de organización, lo que se cuestiona es el modelo.
ORGANIZACIÓN DE NUEVO TIPO
Lo primero
que hay que entender es que una organización política es una agrupación de
personas diseñada para lograr unas determinadas metas por medio de la gestión
del talento humano. Por lo tanto, siendo el talento humano la base del éxito,
hay que diseñar políticas internas que permitan su incorporación a la
organización, formación, desarrollo, promoción, asunción de responsabilidades y
liberación de las mismas para una vuelta a la etapa de formación, esta vez como
formador de talento, aprovechando la experiencia conseguida.
Una
estructura mucho más horizontal en la organización política es hoy posible y
deseable, ya que aplicando los avances tecnológicos, permite el acceso
igualitario a la información por parte de todos, la participación activa y
vinculante de las bases en la toma de decisiones, y la descentralización de la
estructura tradicional del poder. Esta estructura hace más permeable la
organización a las necesidades de la sociedad.
Ciertamente, tanto la comunicación horizontal como la toma
de decisiones por parte de un gran colectivo producen un elevado grado
de compromiso con el grupo, así como una mayor adaptación de éste a las soluciones
de problemas complejos. El problema que presenta es que el proceso decisional se
enlentece, hasta el punto de que se corre peligro de bloquear el potencial de
movilización. Sin embargo, es aquí donde las nuevas tecnologías se ponen al
servicio de la política para dinamizar todos los procesos: información, debate,
toma de decisiones. Ya existen las plataformas para ello, y los españoles de
PODEMOS nos muestran la eficacia de las mismas. Hoy en día, información cierta
y múltiple puede vehiculizarse a decenas de miles de personas a un tiempo, se
pueden abrir canales más o menos restringidos de debate y análisis, se pueden
generar grupos específicos que articulen las propuestas que van surgiendo de
dichas deliberaciones, y se puede votar en línea de forma identificada y
segura.
Sin embargo, no todas las decisiones en la cotidianidad
pueden colectivizarse, de modo que la cuestión sería: Habiendo participado
todos en las tomas de algunas decisiones importantes ¿estamos substancialmente
de acuerdo en lo fundamental como para que las decisiones que se tomen en el
día a día puedan recaer en algún tipo de órgano de representación? ¿Qué es
prioritario, conseguir los cambios sociales que se proclaman o mantener intacta
nuestra idea de las relaciones grupales?
La dinámica cotidiana de la organización debe seguir
criterios de eficiencia y eficacia si pretende favorecer algún tipo de cambio político.
Por ello, la democracia participativa debe ser en alguna medida, un punto
intermedio, dinámico, entre la democracia representativa estricta, donde la
participación se reduce a la votación y la delegación, y el asamblearismo
sistemático y sin restricciones.
Se puede pensar en una especie de "cooperativa política". Es decir una estructura capaz de producir significado y de transmitir
sentido político y tomar decisiones estratégicas para garantizar a cada uno la
propiedad común del movimiento y la puesta en común de sus beneficios
políticos. Se trata de generar una dinámica amplia, horizontal y
participativa que huya de la verticalidad y monolitismo partidista y sepa
adaptarse a la sociedad reticular y plural actual, haciendo intervenir tanto
los mecanismos de democracia directa, posibles hoy gracias a la red como nunca
antes en la historia, y los de democracia representativa, imponiendo a los
representantes un estrecho control, basado en la transparencia de la
información colectiva y permanente, y en la rendición de cuentas constante.
Habiendo estudiado algunos modelos organizativos novedosos,
por ejemplo el del PODEMOS español, se me ocurren algunas ideas que podrían
instrumentalizarse en nuestro contexto. Cabe señalar que estos modelos
organizativos de referencia aún no son definitivos, tomarán forma definitiva a
partir de la primavera próxima, pero traen ya una enorme cantidad de novedades de
las que nos podemos nutrir. Les propongo visitar su página y navegar un buen
rato allí para darse cuenta de qué se trata. Por ejemplo, hay un cambio
extremadamente significativo desde el lenguaje en donde los
"dirigentes" pasan a ser "portavoces", revolucionando el
imaginario de la función.
SISTEMA CELULAR
No obstante, se me ocurren algunas ideas a considerar: Si
pensamos en un modelo nodal, horizontal, podríamos imaginarnos un cerebro. ¿Cómo
se organiza un sistema con múltiples partes sin una estructura jerárquica o un
órgano de control central? El cerebro es un órgano altamente distribuido e
interconectado, que es capaz de organizarse dando lugar a una gran variedad de
comportamientos complejos y coordinados, formando una estructura unitaria que
no es estática ni centralizada. La "unidad de la mente" se constituye
a través momentos de sincronización a gran escala en los que diferentes áreas
neuronales actúan coordinadamente de forma transitoria, tras la cual se vuelve
a dar paso a un nuevo estado mental que consistirá en la sincronización de
otras áreas neuronales diferentes. A este modo de sincronización se le ha
llamado el "núcleo dinámico". No participan todas las partes del
sistema todo el tiempo en la misma acción, sino que funciona como un polo de
referencia al que se conectan y desconectan diferentes áreas neuronales en
momentos diferentes.
Partiendo de esta idea, basándonos en un modelo orgánico,
se puede pensar en una organización por células temáticas que pueden ser tan
variadas como intereses existan. La siguiente lista es un ejemplo de los
círculos de PODEMOS y de otros del Front de Gauche francés, sólo como para
apreciar la variedad posible: Discapacidad, Deporte, Sindicalistas, Jubilados,
LGTB, Funcionarios, Ecología, Ciencia, Transportes, Artistas, Filosofía
Política (éste está genial, recomiendo su visita, el link en la web de PODEMOS,
círculos), Feminismos, Migración, Música, Desempleados, Universidad, Fuerzas
Armadas, Enfermería, Cooperación internacional, Reforma constitucional,
Farmacia, Abogados, Educación, Psicología, Autónomos, Animalista, Cultura,
Economía ecología y energía, Sanidad, Renta básica, Solidaridad entre pueblos,
Periodismo, Agricultura, Intelectuales, Racismo, Justicia, Agua, Ecología anti
productivista, Economía social y solidaria, Juventud, Infancia y adolescencia,
Ciudad hábitat solidaridad urbana, Barrios populares, y un sinfín de etcéteras.
Cada célula sería un grupo de gente (a partir de 3) que
sabe de algo, fuere cual fuere el tema. Ese grupo estaría en contacto frecuentemente
digital y periódicamente físico. Como el encuentro físico no siempre es
posible, hasta por cuestiones geográficas, se pueden producir células con el
mismo tema en diferentes lugares, conformando un "sistema". Así por
ejemplo, una célula "Cultura" en Montevideo, otra en Salto y otra en
México, conformarían el "sistema cultura". Las células son
autogeneradas, no impuestas desde una organización central. Así, basta
encontrar 3 personas con afinidades semejantes para poder constituir una
célula. Naturalmente habrán células enormes y células pequeñas en función del
interés que despierte su tema. Cada célula tiene un nicho en una plataforma en
donde debe colectivizar sus producciones, ya sean propuestas, investigaciones,
acciones concretas, debates, etc. De este modo, la información sería transparente
todo el tiempo y siempre habría actividad, si no es en una célula, en otra.
Estas células o sistemas se interconectan con otras de
otros temas en función de intereses específicos para generar algo
colectivamente. A modo de ejemplo, el sistema "Salud" tiene intensión
de realizar una propuesta para una ley, se conecta con el sistema o célula
"Legislativo", con el de "Economía", etc con el fin de
operar conjuntamente para producir un proyecto de ley correcto y viable. Este
proyecto se vehiculiza a todo el colectivo y se somete a discusión argumentada,
tanto sea digitalmente como en asambleas presenciales de las que debe rendirse
cuenta en la red, tanto de posiciones en mayoría como en minoría, tras un
período dado, se vota online.
Sin embargo, otras acciones celulares pueden no necesitar
votación alguna, la célula "Música" puede decidir hacer un toque, y a
partir de esa iniciativa genera todas las interacciones necesarias para
llevarlo a cabo, tanto desde la organización como desde la promoción.
Cada persona podría participar de las células que quisiera,
una o varias según sus capacidades. Si existen personas que no tienen intereses
temáticos particulares, sino que por ejemplo, viven cerca o trabajan en el
mismo lugar, tendrán la posibilidad de generar células geográficas, realizando
las propuestas, debates o acciones que entiendan conveniente según su rango de
influencia.
Al mismo tiempo, igual que en el cerebro, existirían
células o sistemas altamente especializados, compuestos por gente idónea y confiable,
votados por todo el colectivo, que se encargarían de temas tales como
Comunicación interna, Herramientas Informáticas, Prensa, o comandos de apoyo en
propaganda, finanzas, organización, que estarían allí para interactuar con
todas las células o sistemas que requirieran su apoyo.
Lo ideal es que todo el sistema celular sea abierto a todo
público, que cualquier ciudadano, debidamente identificado, pueda participar,
sin embargo solo los miembros plenos del movimiento podrán votar. Son miembros
plenos quienes hayan sido aceptados tras entrevista personal y pagado
cotización (en función de sus posibilidades). La condición de miembro pleno no
debería diferir de la ya estandarizada. Para poder votar, además de ser miembro
pleno, deberá haber participado, con al menos un comentario en el debate previo
a la votación, esto pretende demostrar que está informado sobre la decisión que
está llamado a tomar.
Sin embargo, las grandes decisiones políticas del
movimiento, naturalmente, como en el cerebro, son momentos de sincronización a
gran escala, todas las células actúan coordinadamente de forma transitoria,
suspendiendo sus temas básicos para abocarse al estudio del tema que el
movimiento deba decidir. Para ello, la información concerniente a esa decisión debe
haberse presentado a todo el colectivo, en lo posible, digitalmente. Si se
tratara de temas delicados, de circulación pública no aconsejada, debe
presentarse vía mail a un representante de cada célula o sistema quién estará
encargado de distribuirla en reunión presencial a los compañeros de la misma.
Cada célula elegirá un representante para una eventual
asamblea general, regional, o del sistema, así como para coordinar con otras
células. Esta función será obligatoriamente rotativa. Para cada decisión, de
haber dos posturas, deben informarse ambas, por más que una recoja mayoría
sobre la otra.
Los portavoces del movimiento son elegidos por todo el
colectivo en función de lo que ya dimos en llamar "liderazgo
legítimo". Tienen la obligación de transmitir toda la información de forma
rápida y transparente, deben informar de sus actos y rendir cuentas
periódicamente.
Creo que en base a este modelo, hay mucho para explorar,
faltan toneladas, pero la idea que subyace bajo este modelo es la de cambiar el
eje de la participación del "militante" al "ciudadano",
democratizando la participación política, aprovechando las nuevas e
insospechadas posibilidades que el mundo interconectado de hoy nos permite. Si
Lenin no hubiera estado en guerra y hubiera tenido internet, ¿hubiera propuesto
el mismo modelo que propuso?...
Otros artículos
-
CARTA UN CAMBIO DE RUMBO: http://www.peticiones24.com/otrorumbo Creo que todos y cada uno de los firmantes de esta carta pueden t...
-
Constanza, entiendo que no quieras ser candidata, en serio, te entiendo. Entiendo que sin el apoyo de algunos sectores y partidos del FA,...
0 comentarios :
Publicar un comentario